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De lichas y encuestas, las “gracias” de Pandora

Por: Thelma Mejía

Tegucigalpa.- En medio de las protestas de los transportistas por demandas postergadas y la huelga de taxistas que llevó a la municipalidad capitalina a suavizar su trancazo a la tasa vial municipal que terminó favoreciendo a todos los que poseen un vehículo en la ciudad, la corrupción nos sigue mostrando su rostro despiadado e impune.

Así lo muestran las “gracias” de Pandora, el emblemático caso que ha sacudido a las elites políticas, de abajo y de alcurnia, tatuados todos por la ambición y voracidad de saquear al Estado sin importar sus consecuencias y mucho menos los afectados.

No es casual entonces el nerviosismo de las elites reformando todo lo que encuentren a su paso que les permita blindarse y desmontar el circuito anticorrupción creado en el país. Las reformas van desde reducción de penas carcelarias para delitos de corrupción, recursos de inconstitucionalidad hasta modificación de decretos aprobados para no caer en la fe de erratas. Son las reformas de la desfiguración de la ley.

Y como no, si Pandora nos aproxima al uso del gasto: de los 282 millones de lempiras desviados de fondos públicos orientados a los pobres y a las mujeres del campo que luchan por un pedazo de tierra y acceso al crédito, se pagó no solo la deuda del Partido Liberal, se financió la tarjeta “La cachureca” del Partido Nacional, también se compraron lichas o rambután para haciendas particulares, seguido de pimienta gorda y uno que otro tabaco para celebrar los éxitos de las operaciones de los fondos públicos.

Y si eso no fue suficiente, se desviaron recursos para poner en marcha un proyecto de riego en una hacienda particular. Así vale la pena ser “don” hacendado.  Y de paso financiar una que otra encuesta política con ese dinero que iba para los pobres del corredor seco para quienes “los junios” son sinónimo de hambruna, se hace fácil engañar al pagador.

Son los primeros descubrimientos de Pandora, esa caja que se abrió para esparcir algunas de las verdades ocultas de este país que por años han tenido las elites políticas. Dos fundaciones privadas fueron suficiente para mover tantos recursos y distribuirlos en compra de boletos aéreos, pago de tarjetas de crédito, compra de combustible en grandes cantidades, alquiler de aeronaves, pago de encuestas políticas, financiamiento de campañas políticas, entre otros gustos de los beneficiarios de Pandora: 38 imputados.

Todos esos detalles los reveló recientemente el diario El Heraldo que tuvo acceso al requerimiento fiscal que al respecto presentó la Ufecic-MACCIH a los tribunales de justicia, que designaron una jueza natural del pleno de magistrados del poder judicial para conocer la causa, en vista que dentro de los señalados se encuentran diputados, jefes de bancadas políticas, algunos, funcionarios y ex funcionarios, además de particulares.

Lo descubierto por la Ufecic-MACCIH del Ministerio Público es eso, una aproximación al delito, que confiemos no termine abrazándose con la justicia. Con el millón de lempiras destinados para la compra de 12 mil galones de combustible sepa con qué fines, cuántas cajas rurales se hubieran creado con financiamiento básico para las mujeres del campo, cuánto abono para pequeñas parcelas de tierra se hubiera obtenido, cuántas esperanzas de cambio y de oportunidad se hubieran sembrado. ¡Cuántas esperanzas, cuántas oportunidades! De mis reporteos en el campo, con la gente pobre entre los pobres, he aprendido que un millón de lempiras es un millón de esperanzas en fogones que he visto apagados y techos sostenidos con plásticos y piedras que se levantan con el primer aguacero.

Y si en vez de un millón de lempiras, fueran tres millones como los que se pagaron en tarjetas de crédito a la cuenta de un particular, se imaginan cuánto no se haría para los pobres de entre los pobres. Conozco comunidades que por menos de eso, generan su propia electricidad usando los recursos naturales y administrando su sistema de uso de energía, son humildes pescadores, que de paso, generan mecanismos de resiliencia frente al cambio climático. Mucho para que lo entiendan nuestros políticos. Pero Pandora nos dice: tres millones en pago de tarjetas de créditos a un particular. ¡Tres millones de lempiras!

Quizá por eso cuando uno escucha a los transportistas y sus reclamos, y los compara con los jugosos aumentos de los diputados y la vuelta de los subsidios y el fondo departamental, cabe preguntarse: ¿Tendrán o no derecho a patalear los transportistas si Pandora nos dice cómo nuestras elites políticas nos asaltaron a plena luz del día? ¿Tendrán o no derecho los docentes, los médicos, los empleados públicos y los hondureños, en general, a querer vivir decente y dignamente? ¿Tenemos o no los hondureños derecho a exigir justicia?

Sin duda Pandora nos ha demostrado los contrastes de las desigualdades, en uno de los países más desiguales del mundo. Y será acaso que en esos contrastes, ¿se tiene que aplaudir y rendir pleitesía al ladrón de cuello blanco y condenar y satanizar al vagabundo que no es de esa casta corrupta? ¿Será así, tiene que ser así?

Dos actores nos tienen que dar las respuestas a esas enormes dudas: de un lado, el Ministerio Público con una investigación eficiente, profesional, ética y una defensa coherente, y de otro, el Poder Judicial, comprometido en desenmascarar la impunidad porque Pandora, según los investigado por la Ufecic-MACCIH-MP, hasta jueces alcanzaron para los confites.

Esos los actores institucionales, pero el actor más decisivo y protagónico, es la sociedad, que debe ser veedora permanente de los procesos, registrar en la memoria histórica y colectiva que la corrupción no es un fenómeno abstracto, tiene rostro, tiene nombres y ha tenido poder, pero está llegando el momento de quitarles ese poder otorgado por la impunidad.  El Ministerio Público y la MACCIH son una esperanza, que esperemos que en esta segunda vuelta, nos den un mejor sabor de boca en la lucha por desenmascarar también a Medusa. Por ahora, las “gracias” de Pandora son un acercamiento al delito.

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