Tegucigalpa (Especial Proceso Digital) – La continuidad o no del oficialista partido Libre en el poder será el punto central de la agenda hondureña en el año que recién se estrena. La elección marca un desafío gigantesco en Honduras, donde las fuerzas de Libre califican lo que viene como “la madre de todas las batallas” mientras los opositores tienen el desafío de encontrarse entre sí, como la única alternativa viable de quitar del poder a los actuales inquilinos del altar Q o seguir la ruta de su destrucción.
Retendrá el poder Libre
El gobernante partido Libertad y Refundación (Libre) ha enfilado todas sus baterías a mantenerse en el poder tras las elecciones generales de noviembre de este año, y encuentran en el proceso interno y primario de marzo próximo, un espacio de ensayo que les sirva de laboratorio y les dé como resultado una votación efectiva. El populismo a granel marca la antesala de las elecciones en Libre.
En ambos procesos electorales participan sus principales adversarios el partido Nacional y el partido Liberal, estas fuerzas tradicionales intentan recomponerse y mostrar su casta centenaria, mancillada por la corrupción, el narcotráfico y el crimen organizado, prácticas de las que tampoco Libre ha quedado ausente. Sin duda la democracia hondureña sufre una fragilidad extrema.
Libre, con el coordinador general a la cabeza Manuel Zelaya y secundado por la mandataria y esposa Xiomara Castro, tienen toda su energía y recursos enfilados en lograr que su precandidata presidencial, la actual ministra de Defensa, Rixi Moncada, surja con suficiente potencia tras los comicios primarios. Rixi se ha convertido en la figura protagónica en la historia de Libre, por encima de la excanciller Patricia Rodas, símbolo de la resistencia popular, que quedó relegada a un segundo plano, tras ser sustituida en la planilla para la elección de autoridades partidarias por Rixi Moncada.

Moncada ha sido fiel y cercana a Mel Zelaya desde el origen de su gobierno, de 2006 a junio de 2009, cuando fue depuesto. Entonces ella fungió como ministra de Trabajo y luego gerente de la estatal energética, ENEE. Tras la salida del poder de Zelaya, para entonces gobernante por el partido Liberal, Rixi se constituyó, por parte del zelayismo en miembro negociador de los acuerdos para poner fin a la crisis política hondureña.
Previo al último proceso electoral y durante el mismo, fue representante consejera en el Consejo Nacional Electoral (CNE), una vez en el poder, la mandataria Xiomara Castro la nombró ministra de Finanzas y jefa del Gabinete Económico. Luego de que la gobernante anunció con fanfarrias que quienes buscarán un cargo de elección debían dejar la función pública por el conflicto de intereses, Rixi Moncada quedó fuera de Finanzas, pero siempre mantuvo su puesto como negociadora por el gobierno para la llegada de la misión anticorrupción CICIH, un cargo en el que aún se mantiene.
Una de las deudas de la administración Castro es la ausencia de la CICIH, ya que fue promesa de su campaña instalarla en los primeros 100 días de su gobierno, pero una vez en la silla presidencial, la iniciativa ha venido sufriendo traspiés, tras traspiés y los analistas consideran que no hay voluntad política de que la misma llegue a funcionar.
Por último, en agosto de 2024, la todopoderosa figura de Moncada bajó del carro proselitista, dejó la llamada “Rixineta”, y fue encumbrada a ministra de Defensa, tras la divulgación de un narcovideo en el que uno de los protagonistas centrales era el cuñado de Xiomara Castro , Carlos Zelaya, quien además es el padre del entonces ministro de Defensa José Manuel Zelaya, quien ante el escándalo dejó el poder. Carlos Zelaya es visto en la cinta filmográfica, negociando con los capos y distribuyendo el aporte entre los departamentos de Colón, Olancho y Santa Bárbara, así como “la mitad para el comandante” dice en alusión a su hermano, el expresidente Mel Zelaya.
Desde ya se da por descontado que la ganadora de los comicios internos será la precandidata del oficialismo de Libre, respaldada por varias corrientes internas, todas ellas zelayistas.
Su único opositor es el diputado Rasel Tomé que ha fundado la corriente Morena al interior de Libre, pero que carece del apoyo de la familia presidencial y con ello del gigantesco respaldo gubernamental, volcado totalmente a la precandidatura de la ministra Moncada, como puede verse en el derrame de programas sociales y el uso y abuso de los recursos públicos que además incluyen desde funcionarios, legisladores hasta llegar a las estructuras partidarias de los colectivos.
Los analistas y la oposición van más allá del proceso de marzo y han coincidido en que Libre volcará toda su fuerza, y con ello la del gobierno, a retener el poder, de cara las elecciones de noviembre. Cualquier costo parece insustancial para el propósito de retener el poder.
Un segundo mandato de Libre de forma consecutiva consolidaría su poder en las instituciones, además profundizaría el control que tiene en los tres poderes estatales, además del Ministerio Público.
Resta por ver si Libre logrará alcanzar la mayoría en el Congreso Nacional, el único poder que dirige pero que no controla totalmente al carecer de la mayoría simple de 65 votos, a pesar de sus alianzas y que algunos diputados opositores votaron sus propuestas.
Un punto vital es que Libre no contará en estas elecciones con el apoyo que tuvo con la coalición surgida el 2021 cuando hizo alianza con Salvador Nasralla y con ello atrajo el voto independiente y la mitad de liberales que les permitió alcanzar más de 1.7 millones de sufragios.

Nacionalistas, regresar para no morir
Mientras el mayor partido opositor, el Nacional buscará este año regresar al poder del cual fue desalojado por Libre en los comicios del 2021 y así evitar una muerte política al perder dos comicios consecutivos. Sin duda los azules enfrentan sus propios demonios y una carga con un peso descomunal.
Los nacionalistas enfrentan la carga de que su último presidente Juan Orlando Hernández fue declarado culpable y condenado a varias décadas de cárcel en Estados Unidos por delitos de narcotráfico.
La situación ha sido aprovechada por Libre, sabedor que aún los nacionalistas se perfilan como el partido con mayor adhesión en las encuestas, que los acusa permanentemente de que sus administraciones fueron una narcodictadura que hundió al país.
Sus principales precandidatos presidenciales son el exalcalde capitalino Nasry Asfura, más conocido como “Papi a la orden”, que repite en buscar por segunda ocasión la presidencia, ya que en los comicios del 2021 perdió frente a Xiomara Castro. Asfura ha sido alcalde de Tegucigalpa, la capital por dos periodos, y su obra de infraestructura fue relevante para el desarrollo de la ciudad.
Asfura lidera las encuestas internas, pero deberá demostrar un caudal electoral fuerte en los comicios internos a fin de lograr que el partido se una en torno a su figura y pueda centrarse en las generales a captar el importante voto independiente. Su liderazgo en los sondeos va más allá y figura como el líder político con mayor opinión favorable del electorado.
Aparece en las preferencias, Ana García de Hernández, esposa del expresidente Hernández, que, a pesar de la situación legal de su marido en Estados Unidos, rápidamente lanzó su precandidatura y ha logrado tener la capacidad organizativa de llenar la mayoría de cuadros a nivel departamental para diputados como municipal para candidatos a alcaldes.
Un voto que supere el 30 % de los sufragios en las primarias le daría a Ana García una fuerza al interior, que obligaría a Asfura a tomarla en cuenta en la campaña electoral general, indican los observadores de la política hondureña.
Otros candidatos en la contienda son el diputado Jorge Zelaya y el economista Carlos Urbizo.
Liberales, su oportunidad de victoria
Mientras el partido Liberal ha logrado quitarse el mote de ser un partido comodín y tras varios meses de no tener ni siquiera candidato presidencial, ahora van a las internas con varios aspirantes, algunos que no tienen militancia o regresaron después de su aventura en Libre.
El varias veces candidato presidencial Salvador Nasralla abandonó su partido Salvador de Honduras y se sumó al liberalismo a fin de disputar las internas y poder aspirar a su tercera candidatura presidencial.
Aunque Nasralla parece contar con la simpatía de la base liberal enfrenta el problema de no tener experiencia en elecciones primarias, además de no contar con suficientes estructuras que permitan la movilización de sus votantes y el cuidado de las urnas, como le ocurrió en las dos ocasiones anteriores.
El otro aspirante fuerte es Jorge Cálix, que tras dos años y medio en Libre donde era denostado desde que intentó presidir el Congreso Nacional sin la aprobación de la mandataria Castro, finalmente optó por abandonar el partido oficialista.
Al inicio del gobierno Jorge Calix, ganó la presidencia del Congreso Nacional con la mayoría de los votos titulares pero una decisión política lo sacó de la titularidad presidencial. Luego de turbulentos arreglos políticos con Manuel Zelaya, permaneció un tiempo más en Libre, al final dejó ese partido para regresar al liberalismo acompañado de gran parte de sus seguidores y de diputados.
Al igual que Nasralla, Cálix buscó en el partido Liberal el vehículo que le permita aspirar a la Presidencia de la República, aunque deben pasar por las elecciones internas.
A pesar de ser un recién llegado, Cálix cuenta con pasado liberal, y logró fácilmente hacerse con el apoyo de la mayoría de diputados y alcaldes liberales, lo que le facilita tener la maquinaria electoral necesaria para los comicios internos.

Muchos señalan que dicha maquinaria es la misma que ha controlado por décadas Yani Rosenthal, actual presidente del partido Liberal y heredero de la corriente rosenthalista que fundó su padre, el fallecido Jaime Rosenthal.
Igualmente regresó a las filas liberales la diputada Maribel Espinoza, que al igual que Nasralla abandonaron el partido Salvador de Honduras, con el fin de postularse a la Presidencia de la República.
Espinoza no cuenta con las grandes estructuras que respaldan a Cálix y Nasralla, aunque sí ha logrado que ciertas figuras del liberalismo le apoyen en su lucha por llegar a la Casa Presidencial. Ella ha tejido su candidatura con buen pie y presentó planillas en todos los niveles de elección.
Los liberales también hacen frente a los demonios caudillistas que no se resignan a dejar de negociar a través del liberalismo. Son figuras siempre cercanas al poder y que se mueven peligrosamente quitando mayores oportunidades a los jóvenes liderazgos o candidaturas consolidadas si no son de su conveniencia. Son fuerzas que gobernaron junto a los nacionalistas por 12 años y que ahora son incondicionales del actual estamento de poder.
Muchos liberales consideran que está es la oportunidad de regresar al poder, del cual están lejos desde el gobierno de Carlos Flores (1998-2002), ya que muchos consideran que el presidente Manuel Zelaya, aunque llegó por el liberalismo, de hecho, fue el primer gobierno de Libre, solo que bajo otra marca.
Honduras hace así frente a un desafiante 2025. Su democracia está en juego y su futuro también. (PD).