Por Alberto García Marrder, desde Madrid.
Para Proceso Digital, La Tribuna y El País de Honduras
El presidente estadounidense, Donald Trump, en su afán enloquecedor de cambiar a Estados Unidos (y al mundo) se ha equivocado al escoger a China como un rival que puede despreciar, como lo ha hecho con sus viejos aliados europeos en una guerra comercial que ha propiciado.
La China de ahora no es el país pobre de los años cincuenta. Es ahora una superpotencia, más rica que Rusia y le está ganando la guerra comercial a Trump. Y le basta con esperar a que el presidente norteamericano, a sus primeros cien días de su segundo mandato, lleve a Estados Unidos a su declive económico y desprestigio.
El analista Ambrose Evans-Pritchard lo ha resumido bien en el “The Telegraph” de Londres:
“Es poco probable que China se dé por vencida hoy en día, ahora que es la potencia industrial hegemónica y acreedora financiera del mundo, con unos 6 billones de dólares (4.5 billones de libras británicas) de activos en divisas, una vez que se incluyen las opacas tenencias de los bancos estatales”.
Y Pekín ha tenido el valor de imponer, represalia, en el mismo porcentaje de aranceles que ha puesto Trump a sus exportaciones a Estados Unidos, actualmente una locura del 145 por ciento.
En lo que sí tiene razón Trump y su gabinete de ineptos aduladores es que Estados Unidos no puede seguir sufriendo un superávit chino en su comercio bilateral. China exporta a Estados Unidos productos por valor de 438.9 billones de dólares y solo importa 143.5 billones de dólares. Aunque muchas de esas exportaciones chinas son de empresas americanas que fabrican o montan sus productos en China, por ser más barato.
Cuando Trump, en un momento de locura celestial, impuso aranceles a todos los países, muchos líderes asiáticos (menos Xi Jinping de China) lo llamaron desesperados para negociar (“The are kissing my ass”…(“Me están besando el culo”), dijo de una forma grosera, pero muy típico de su lenguaje despectivo.
China puede sobrevivir sin el comercio con Estados Unidos y por eso ya tiene listo el comercio con el sudeste asiático y con Europa. Y cuando el consumidor norteamericano tenga que pagar, por ejemplo, dos mil dólares por una mini-computadora que antes costaba unos 500 dólares, sus quejas se escucharán en la Casa Blanca con nerviosismo.

Actualmente, forman parte del sistema chino muchos países de Asia y África. Y se muestran “muy amigables”, Honduras, Nicaragua, Cuba, Venezuela y Bolivia en América Latina, donde Pekín comparte muchos proyectos.
Arthur Kroeber escribe en “The Financial Times” de Londres: “El equipo del presidente se esfuerza en justificar el caos como un plan maestro para construir una coalición para destruir el llamado mercantilismo chino”.
“Pero esos planes están destinados a fracasar. Y para comprender por qué, primero tenemos que preguntarnos qué espera Trump de los aranceles.
“Las afirmaciones habituales que quiere acabar con las prácticas comerciales desleales, eliminar los déficits comerciales, reindustrializar Estados Unidos y enfrentarse a China – no se sostienen. Y estos objetivos, a menudo se contradicen entre sí y son claramente inalcanzables”.
Estados Unidos es un país endeudado y la mayoría de esa deuda externa está en manos chinas, así como el valor del dólar. Bien se puede decir que China puede vivir sin Estados Unidos, pero no al revés.
Me ha impresionado mucho lo que ha escrito Thomas L. Friedman en su última columna en el diario “The New York Times”. El ganador de tres Premios Pulitzer de Periodismo y autor de siete libros “best “sellers”, escribe:
“If Trump doesn’t stop his rogue behavior, he’s going to destroy all the things that made America strong, respected and prosperous.
I have never been more afraid for America’s future in my life”.
(Si Trump no detiene este comportamiento deshonesto, va a destruir todo lo que hizo a Estados Unidos poderoso, respetado y próspero.”

“Nunca he sentido tanto miedo del futuro de mi país en mi vida”).
En Pekín, donde el Partido Comunista de China ejerce una férrea dictadura y censura, ha comenzado en la prensa oficial una retórica antiamericana para echar la culpa a Estados Unidos de los problemas que se avecinan ante el descenso de las exportaciones.
Y es una China, que dentro de su sistema comunista centralizado y donde no hay la empresa privada, se resiste al capitalismo.
No hay ningún contacto entre Donald Trump y el líder chino, Xi Jinping . Dos personajes orgullosos de su poder y reacios a cederlo. A ver quien aguanta este mano a mano.
Entre un chino que puede esperar varios años y un estadounidense que lo quiere ya.
NOTA: Muy agradecido a l sociólogo cubano-americano Ricardo Puerta, residente en Honduras, por haberme ayudado a comprender mejor a China y a usar el término “PACIENCIA MILENARIA”.