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En San Miguelito, sentí una “sensación de muerte”: Mario Landa

Tegucigalpa. ¿Qué sintió cuando fue a San Miguelito a cubrir la tragedia? Fue la pregunta hecha al periodista Mario Landa y su respuesta fue lacónica: “una sensación de muerte”.

“Por aquí están velando a unos, por allá también hay otros…y más allá también”, recuerda el periodista que le decía la gente cuando llegó a cubrir para el noticiero TN5 Estelar de Televicentro, la tragedia que cambió la historia de pueblo incrustado en las entrañas de las montañas que rodean el departamento de Francisco Morazán, en su colindancia con el sur del país.

Buscando la historia y los relatos humanos que se aprisionaban en la garganta de sus pobladores, Landa recorrió cinco aldeas de San Miguelito, además del casco urbano. El pueblo entero estaba en vela. De allí eran 10 de los 24 muertos en la tragedia que irrumpió la tranquilidad de un domingo a mediodía, mismo que concluía con fe y alegría al terminar las fiestas de peregrinación para celebrar los 270 años del hallazgo de la Virgen de Suyapa, la patrona de Honduras.

Ese era el entorno espiritual que caracterizó hasta antes del mediodía de ese fatídico domingo 5 de febrero, el ambiente en la mayoría del país, y en la capital en particular. Iniciaba el retorno de los peregrinos a sus zonas de origen, tras la visita y las plegarias a la Virgen de Suyapa.

En su relato a Proceso DigitalMario Landa manifiesta que las víctimas de San Miguelito, en su mayoría, habían venido a la capital a comprar útiles y uniformes ante el inicio del año lectivo; otros a hacer sus compras básicas y el hijo del alcalde del pueblo, David Matamoros, venía a recoger un celular.

“En el pueblo no se hablaba de otra cosa. Esa tragedia los golpeó fuertemente, todo el mundo caminaba de un velatorio a otro para acompañar a las víctimas. El caso del alcalde de San Miguelito fue muy conmovedor y uno así lo percibió en el pueblo”, relata el periodista Landa.

No es para menos. El alcalde de San Miguelito, Marvin Matamoros, perdió en la tragedia a cinco de los 10 fallecidos oriundos del municipio, entre ellos su hijo que este año se graduaba del bachillerato y aspiraba a estudiar una de las carreras de Ingeniería en la universidad.

En su humilde vivienda, “el alcalde no podía creer su tragedia; pocas veces he visto a alguien tan destrozado como estaba él. Eso me impactó y me hizo reflexionar sobre este trabajo nuestro, buscando siempre la noticia, pero a veces, frente al dolor, uno tiene que hacer una pausa obligada para no ser indiscreto con el micrófono”, acotó Landa.

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En su recorrido por las aldeas para cubrir los velatorios, Landa se enteró que uno de los fallecidos recién había hecho vida marital con una joven, después de varios años de noviazgo, pero esa emoción le duró poco: solo tres horas como marido y mujer pudo compartir con ella, según los lugareños. Otro, estaba a punto de dejar su trabajo, mientras muchos otros y otras hacían planes para tener un mejor 2017.

San Miguelito es un pueblo de casi tres mil habitantes, sus pobladores viven de la agricultura de subsistencia y se ubican en la franja del llamado corredor seco de Honduras, que abarca al menos 12 de los 18 departamentos del país y donde los efectos del cambio climáticos son intensos.

Su acceso es por una calle en pésimo estado. Son de esos pueblos abandonados que cobran importancia cuando se está en actividad política. Sus pobladores son luchadores.

Según Mario Landa, una de las habitantes, con orgullo le dijo que las víctimas eran “gente bien, que trabajaban con la frente en alto”. Expresiones esas de gente humilde que toda su vida ha trabajado la tierra hasta que se les encallaron las manos.

Por eso sus habitantes no creen lo que pasó. “Fíjese que hubo momentos en que los entierros se juntaron al mismo tiempo en los cementerios improvisados en las aldeas. Y en otras, ni cementerio hay y los entierran en el patio de sus casas”, agregó en su relato un impresionado y conmovido Mario Landa.

En la historia de San Miguelito, nunca se había registrado una tragedia similar. Quiso la parca llevarse tantos hijos en un solo viaje. Todos han sido enterrados, todos rodeados de cánticos religiosos interpretados por un conjunto de cuerda que decía: “ustedes van para arriba (hacia el cielo) y no para abajo (al infierno)”. Así los despidieron y así los honraron, tristes, con la voz entrecortada pero con la fe infinita de que “van para arriba”. La sensación de muerte, dice Mario Landa, quedó ahí, “pero esa gente es fuerte y unida. Creo que saldrán adelante porque vi también mucha solidaridad”.

Es la percepción de un periodista, a quien bastó una pregunta para relatar también sus emociones encontradas.

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