Tegucigalpa (Especial Proceso Digital) – Honduras se acerca a la fecha crucial en la que los votantes denominados útiles, los asistencialistas y los independientes, marcarán el destino del país al ser los grandes electores de cara al proceso electoral de noviembre próximo.
– El Congreso Nacional se vuelve una apetecida perla en la corona.
– En medio de las multicrisis y más pobres que hace cuatro años, los electores van a las urnas, muchos de ellos sin tener claro por quien marcarán en la papeleta.
Tras sucumbir el tradicional bipartidismo, el país tiene una gama de 14 candidaturas presidenciales y dos independientes que buscan hacerse del poder, algunas de ellas con mayor pujanza y otras, a sabiendas de que obtendrán una ventajosa y confortable cuota económica y/o política.
Luego de la crisis política de 2009, Honduras rompió la tradicional elección en la que liberales y nacionalistas eran acompañados de otros tres partidos conocidos como “bonsái” por su escaso crecimiento, pero que se validaban porque lograban una discreta cuota representativa en parlamento.
Multicrisis marcan proceso atípico
Actualmente el país corre en un proceso atípico, marcado por eventos que han minado profundamente la estabilidad nacional, entre ellos, el descontento mostrado por la ciudadanía tras las elecciones de 2017 y que generó una profunda conflictividad social.
A ello se han sumado eventos sanitarios, que han confrontado un sistema endeble, como la presencia en el país de la pandemia del coronavirus que ya deja 9 mil 319 muertos, de acuerdo con datos oficiales, que está en plena ola creciente y que ha incidido económica, social y emocionalmente en la población.
Otros fenómenos que han abatido el país son los meteoros Eta e Iota que dejaron daños por arriba de 100 mil millones según la evaluación de la Cepal.
Pero la pandemia del coronavirus trajo además una incidencia que puso acento en la corrupción que tiene como triste símbolo la compra de siete hospitales móviles entre otros actos que han marcado la agenda de las adquisiciones y que han desembocado en investigaciones del Ministerio Público y entes anticorrupción de sociedad civil como ASJ, Fosdeh, Cespad y el CNA, entre otros.

Igualmente, los últimos años han sido marcados por los juicios contra narcotraficantes que se han realizado en cortes de los Estados Unidos y que han mostrado cómo la institucionalidad se ha visto permeada por el crimen organizado.
La corrupción y las desigualdades no solo se visibilizan en un tejido institucional debilitado sino en el nivel de indigencia que se aprecia en las calles de las principales ciudades del país, donde mujeres, niños, ancianos, pero también jóvenes y hombres en edad productiva, subsisten vendiendo cualquier cosa, pidiendo limosna, haciendo maromas y limpiando los cristales de los automóviles.
La salud mental de la población se ve, además, impactada con un repunte de la violencia que en lo que va de este 2021 muestra un alza según reportes del Observatorio de la Violencia de la UNAH. Las masacres, en diferentes zonas hondureñas, en este año, ya suman 34 y las mismas han dejado 115 muertos.
En el panorama resalta la incertidumbre en el sector empresarial, cuyos voceros no han dudado en señalar lo que consideran amenazas para la inversión local y malos mensajes para las potenciales corporaciones extranjeras interesadas en hacer negocios en Honduras. Ellos señalan la forma en que se ejecutan acciones estatales que, según denuncian, lesionan la libre empresa. A ellos se suma la silenciosa salida de varias corporaciones durante el 2020.
En tanto, la emigración de hondureños sigue siendo una especie de ruta de escape en la búsqueda de una vida digna y de oportunidades esenciales para poder asistir a las familias. El éxodo de hondureños en enorme y el país encuentra en las remesas el principal rubro de estabilidad financiera y equilibrio social.
Deterioro democrático carcome Centroamérica
En tanto Centroamérica muestra en general un panorama de deterioro democrático.
Seis de los ocho países centroamericanos se debaten entre los demócratas liberales, que aún creen en la democracia como la mejor forma de gobierno, y los llamados ambivalentes, núcleos de personas que muestran contradicción con el sistema político deseado, revela el más reciente informe sobre las democracias centroamericanas en el Estado de la Región, que advierte de los populismos y la involución democrática en varios países del istmo.
La democracia no ha dado a los centroamericanos las satisfacciones necesarias, hoy los países del área enfrentan democracias erosionadas y fuerzas políticas que han capitalizado ese desasosiego para promover proyectos populistas preocupantes.
“En esta coyuntura adversa para la democracia, algunas fuerzas políticas han capitalizado el desarraigo promoviendo proyectos populistas o antidemocráticos para adueñarse del Ejecutivo”, indica el informe.

Más allá del estudio sobre las democracias centroamericanas, al pormenorizar en países como Nicaragua y el accionar de la pareja presidencial conformada por Daniel Ortega y su mujer Rosario Murillo, que sin ambages han neutralizado cualquier deje de oposición, arrasando con todas las libertades, encarcelando, persiguiendo, acusando y destruyendo todo resto de contradicción a sus voluntades y deseos de conservar el poder total y absoluto del país.
En El Salvador, el joven presidente Nayib Bukele, en un abrir y cerrar de ojos ha consolidado un pequeño, pero acopiado reino, en el que controla todos los poderes del Estado y neutraliza a sus enemigos y opositores.
Guatemala de su lado, mantiene bien afincada la impunidad y el blindaje a las castas corruptas y desde los más altos poderes económicos y políticos, los líderes anticorrupción son perseguidos y desactivados entre protestas populares ya sin la fuerza de hace una década.
Honduras afronta los señalamientos por corrupción, opacidad, la vulnerabilidad de la institucionalidad y la permeabilidad de dineros sucios en las campañas políticas, según denuncias que incluyen a portavoces de la administración Biden.
En todos los casos centroamericanos, la diplomacia estadounidense no ha pasado del discurso, la censura a los visados de personajes ligados a actos ilícitos y la inclusión de sus nombres en listas públicas que representan sanciones morales. Todas estas medidas, si bien han mellado en algunos de los sectores afectados, no han dejado la huella necesaria que haga cambiar el rumbo que logre reforzar las democracias en el istmo.
Los codiciados escaños en la Cámara
Así el panorama, Honduras va a las onceavas elecciones generales, tras el retorno a la vida institucional del país desde los inicios de la década de los 80 del Siglo XX, y analistas de la política local así como las encuestas y mediciones reputadas a las que Proceso Digital ha tenido acceso, prevén que serán los electores indecisos así como los votantes útiles y los asistencialistas los que definirán la elección en la que , con mayor énfasis que en otros comicios, los partidos políticos buscarán el mayor control del Poder legislativo.

El nuevo pleno del Congreso hondureño, conformado por 128 diputados propietarios y sus suplentes, deberá elegir una nueva Corte Suprema de Justicia, un nuevo fiscal general del país y su adjunto, autoridades de los órganos contralores como el Tribunal Superior de Cuentas entre otros cargos de incidencia nacional.
Durante el actual mandato, en el Legislativo hondureño, se han aprobado y modificado leyes que son calificadas de inconstitucionales, antidemocráticas además de algunas otras que favorecen a sus propios miembros en casos abiertos en tribunales del país.
Solo en las tres fuerzas políticas mayoritaria, Libre, Nacional y Liberal, un 60 % de los actuales diputados buscarán reelegirse, de modo que la reconfiguración del nuevo Parlamento no necesariamente representará nuevos diputados sino viejas fuerzas que vuelven para continuar defendiendo sus posiciones.
La Observación
La comunidad internacional sigue observando y apoyando el proceso democrático, con fondos y asesoría técnica en rubros que tienen que ver con los órganos electorales, la identificación y fortaleciendo a sectores civiles organizados.
Pese a ello, la desconfianza los acompaña ya que, en la víspera, los conatos de violencia han dejado ver claramente que en Honduras la conflictividad social está a flor de piel.
La sociedad civil hace sus esfuerzos mediante plataformas creadas para incentivar la participación, auditar y mostrar a los electores la información correcta de los partidos y candidatos que acuden al proceso.
Organizaciones como: Asociación para una Sociedad Más Justa (ASJ), Consejo Nacional Anticorrupción (CNA), Democracia Sin Fronteras, Foro Social para la Deuda Externa de Honduras, Red por la Equidad Democrática en Honduras (REDH), Instituto Holandés para la Democracia Multipartidaria (NIMD), entre otras, enriquecen los esfuerzos democráticos.

La Iglesia Católica representada esencialmente por la conferencia de sus obispos ha sido clara y tajante en señalar los desajustes que sufre la sociedad hondureña y ha hecho énfasis en la necesidad de fortalecer el proceso electoral.
La Conferencia Episcopal ha llamado a la ciudadanía a acudir a las urnas y ejercer el sufragio con conciencia, alejados de lo que han llamado mercado de votos, donde los mismos se compran y venden al mejor postor.
Así las realidades, Honduras discurre entre la cotidiana realidad tocada por las múltiples crisis y la posibilidad de volver a las urnas, como cada cuatro años, esperando las respuestas que parecen lejanas. (PD)